Con el precio del cobre bajo mínimos, Chile busca desarrollar otros usos para el metal rojo en base a sus propiedades bactericidas que permiten fabricar calcetines, ropa interior, calzado, toallas, cremas o champú.
Al llegar a la sala de control de pasaportes del aeropuerto internacional de Santiago, los viajeros se topan con un anuncio repetido: la sala está tratada con un microbicida a base de cobre.
En el metro del vecino puerto de Valparaíso, las barras para agarrarse tienen revestimientos de cobre; algunas camillas de hospitales fueron fabricadas con ese metal, mientras que en varias estaciones del ferrocarril metropolitano de Santiago los pasamanos de las escaleras muestran ya el inconfundible color rojizo de este metal maleable y saludable.